Seguimos mirando hacia arriba

Llego tarde a la repartición de cerebros noticias, pero no quería dejar de hablar de esto.

Si estuvieron vivos el fin de semana, recordarán un hecho histórico que fue transmitido en vivo y que fue uno de esos eventos que podremos contarle a nuestros nietos. El austriaco Felix Baumgartner voló a la estratósfera, y desde una altura de poco más de 39 kilómetros, se dejó caer más rápido que la velocidad del sonido. Aquí está el video completo para la posteridad:

Los gobiernos juran que a la gente ya no le interesan las hazañas espaciales. Prefieren gastar millones de dólares en guerras y caprichos ridículos que en más investigación espacial. Tendrías que decirles, por ejemplo, que en Marte hay petróleo para que se animen a enviar a un sólo ser humano. Pero la gente sigue hablando de los hombres, mujeres y animales que se han atrevido a ir al espacio. Aunque sea aquí cerquita, como lo hizo Baumgartner.

Recuerdo que mi madre tenía una colección de recortes del periódico que hacían alusión a la misión del Apollo 11. Le tocó verlo en televisión cuando estaba en secundaria, y es uno de sus recuerdos más tempranos y entrañables. Entre los traumáticos, como la matanza de Tlalelolco y la búsqueda desenfrenada de «hippies» en los Condominios Constitución. Entre todo lo malo, personal, nacional e internacional, estaba esto: las infinitas posibilidades del ser humano, capaz de volar a la Luna y de regreso, seas o no su baby.

De pequeña, la primera vez que vi estos recortes, sentí como si tuviera algo histórico y valiosísimo entre las manos. Crecí viendo a los Supersónicos y pensando que, en el año 2000, quién sabe cómo le íbamos a hacer, pero iríamos de vacaciones al espacio. Con ropas metálicas, autos voladores, Robotinas y casas en el cielo. Lo de las ropas metálicas se cumplió desastrósamente, y quizás haya algo de Robotina en la aspiradora Roomba; pero lo de los autos voladores no le conviene a las compañías petroleras. A las mismas que son culpables de que haya más guerra barbárica que investigación científica.

Seguimos recordando con cariño a Neil Armstrong. Seguimos recordando con cariño a Yuri Gagarin. Seguimos pensando en Sigmund Jähn, o si no no lo hubieran mencionado para nada en Goodbye, Lenin!. Los fans del pop español siguen recordando a la perra Laika cada vez que escuchan la canción de Mecano. Aún las expediciones sin seres vivos causan asombro total. La Tierra se detuvo cuando el Curiosity aterrizó en Marte y nos envió sus primeras fotos; y el explorador sigue mandando información actualizada sobre el planeta rojo.

Desde este lado del charco, la BBC sigue invirtiendo en documentales y especiales sobre astronomía y ciencias de la Tierra. Brian Cox es uno de los físicos más destacados, y se dedica a demostrar todas las maravillas que se encuentran en el Sistema Solar y el Universo. Es casi una estrella de rock, con su fuerte acento de Manchester, su sonrisa de anuncio, su desbordante pasión por la física cuántica, y un historial como investigador del CERN (otro de esos temas científicos que despierta la curiosidad de las masas hoy en día). Educó a Cillian Murphy para la película Sunshine de Danny Boyle. Los niños y adolescentes lo ven, lo admiran, y saben que no es nada malo ser «ñoño». Que puede ser algo cool, atractivo y fascinante.

Un día iba en el travía que recorre el centro de Manchester. Delante de mí, un punk como de quince años. Chamarra de cuero, cabello en picos, sentado con los pies sobre el asiento contiguo (el vagón estaba casi vacío, así que no le quitaba su lugar a nadie). En sus manos, una copia del Astronomy Magazine. No lo ocultaba entre revistas groseras ni lo lee de reojo o con miedo. Al contrario: la consumía de principio a fin, absorto en cada artículo y reportaje, pero sin bajar la guardia. Definitivamente, si alguien se hubiera atrevido a burlarse de él, le hubiera hecho ver su suerte.

Por supuesto que podemos seguir visitando el espacio. Saltar desde otra parte de la atmósfera, volver a pisar la Luna, visitar planetas dentro y fuera de nuestro sistema. Si los gobiernos invirtieran más en ello, no sería una pérdida de dinero. Los series humanos siguen fascinados, preguntándose de dónde venimos, a qué pertenecemos y hacia dónde vamos. Por siempre mirando hacia arriba. Por siempre mirando a nuestro alrededor.

Para cerrar, una TED Talk en la que el mismo Cox nos dice por qué necesitamos más exploradores:

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